martes, 15 de mayo de 2012

El esfuerzo de cambiar realidades

Dicen que cambiar realidades nunca ha sido cosa de dos días. Y no, no es una labor que se pueda realizar con facilidad, y mucho menos, sin la colaboración y la participación de la ciudadanía. Hace unos días, precisamente participando en un Foro sobre Igualdad me di cuenta que el lenguaje inclusivo, no sexista, es una de esas realidades sociales que - necesarias - precisan de un esfuerzo colectivo para que lleguen a materializarse como tal.


El lenguaje inclusivo es un reto que debemos comenzar a "normalizar" en todos y cada uno de los ámbitos y espacios en los que se desenvuelva y desarrolle el ser humano. Desde el ámbito académico, con una especial incidencia en su uso oral y escrito, pasando por la política y los discursos públicos, así como en las conversaciones y encuentros sociales del día a día.

La Real Academia Española se hace un flaco favor a sí misma considerando que un "lenguaje inclusivo, no sexista" va en detrimento de la comunicación y los procesos comunicativos. Se olvidan que nuestro idioma, precisamente nuestro idioma, por su riqueza y amplio léxico, se puede articular de mútliples formas y no por ello se dificulta su entendimiento y comprensión.

Está claro que la interiorización y asimilación de un lenguaje inclusivo, no sexista, conlleva un proceso de adaptación que, a tenor del tradicional arraigo del uso sexista del lenguaje actual, requiere de esfuerzo y mucha paciencia. Sin embargo, todos y cada uno de los cambios sustanciales que se han producido en nuestro idioma han requerido de un esfuerzo similar o superior al mencionado.

Cambiar de registro y re-codificarnos para hacer un uso no sexista del lenguaje es una labor que, sin esfuerzo y dedicación, difícilmente podría conseguirse. Si hemos sido capaces de asimilar y aceptar la incorporación de cerca de 19.300 nuevos cambios en el Diccionario de la Real Academia Española desde el año 2001 ¿no podemos ser capaces de asimilar, normalizar e interiorizar el uso de un lenguaje inclusivo?

Dice el secretario de la RAE, Darío Villanueva que «la Academia no legisla, no crea realidades. Simplemente introduce en el Diccionario acepciones y términos que están en el lenguaje. No emite en relación con ellos ningún juicio de valor, actúa con la más absoluta objetividad, al considerar que afecta a 450 millones de personas».* Entonces, ¿por qué se considera que el lenguaje inclusivo impide la comunicación? ¿No se coarta de esta manera la posibilidad de generar y crear nuevas realidades? Cambiar realidades es trabajo de la sociedad y de la ciudadanía que así lo anhele. Disponemos de un vocabulario lo suficientemente amplio como para poder comenzar el cambio. Y ya ha comenzado.

Otra cosa es que desde la RAE, ese cambio no sea visto con buenos ojos. Después de siglos de "rutina lingüística" y uso no inclusivo del lenguaje, plantear el lenguaje inclusivo, no sexista, como una opción válida e igualitaria, debe chocar con sus patriarcales planteamientos y patrones psicosociales. Pues ya es hora de que se den cuenta que el mundo se mueve y el cambio, ni se consulta, ni se frena. Y ahí radica la verdadera significación de sus "herméticos esquemas" pues, cuando el cambio no se acepta, la resistencia al mismo se convierte en enfermedad. 


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