jueves, 19 de abril de 2012

Corrupción Moral & Corrupción Económica

Alguien dijo una vez que la corrupción tiene sus raíces tan profundas en nuestra sociedad, que erradicarla no sólo resultaría imposible, sino utópico. En la política, como en la sociedad, dichas raíces – que más bien parecen tentáculos – se enquistan con tal fuerza que, cuando nos damos cuenta, discenir entre lo bueno y lo malo no es simplemente una cuestión de moral. Llegamos entonces al binomio Corrupción moral – Corrupción económica. ¿Cuál fue antes? ¿El huevo o la moral?


La respuesta es fácil. Si el ser humano “se diferencia” de los animales – salvo excepciones notables en las que el humano se supera a sí mismo hasta alcanzar cotas de estupidez insospechadas – por su capacidad para razonar, y dentro de dicha capacidad se encuentra intrínseca la habilidad de distinguir entre el blanco y el negro, lo bueno y lo malo, lo legal y lo ilegal... hemos de concluir que la moral, como instrumento útil a tener en cuenta, es primigenia frente a cualquier otro concepto inherente al individuo. Sabiendo esto, y aplicándolo al ámbito político – del que mi querida Marlene sabe más que tres juntos – la solución al problema aparece por sí sola.

Desde el momento mismo en el que lo económico induce al titubeo, y sin haber llevado a cabo, de facto, el amago de ejercitar una práctica malintencionada relacionada con este ámbito, el solo hecho de dudar y poner nuestra moral entre el euro y la pared, nos sitúa en el primer tipo de corrupción. La más problemática, la de los cobardes erráticos, la que conlleva la segunda.

Ay, querida Dietrich... ¡cuánto se te echa de menos por estos lares! El pueblo sigue igual, nada cambia, la gallina le sigue al huevo, y el huevo a la gallina.


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