Decía Jules Renard que “la crítica consiste en reprochar a los demás el no tener las
cualidades que nosotros creemos tener”. Algo así como la vanidad
llevada a un término de desesperación inusitada. Algo tan sutil
como creerse el centro de un lienzo donde lo que más llama la
atención es, inequívocamente, el marco que lo envuelve. Un marco
sin factura, hecho por un siervo para deleite de mediocres sin
espejos.
Decía Tales de Mileto
que “la cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la más
fácil es hablar mal de los demás”. Algo así como un afanado
intento de hacer daño por dañar. De creer que la belleza perdura,
mientras lo que realmente queda es la maldad. La suplantación de
identidades para encontrar refugio donde solo hay fragilidad. El
proceder de las tiranías donde, lo que a primera vista parece razón
y derecho, es simplemente usurpación por despecho.
Dice el Código Penal en
su artículo 401 que “El que usurpare el estado civil de otro será
castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años”. El
Código Penal no utiliza el concepto civil, en sentido estricto, de
«estado civil» (que, por relación al cónyuge, define a una
persona como soltera, casada, separada o viuda), sino que elabora un
concepto propio, equiparando estado civil a la identidad o a la
personalidad.
La suplantación de
identidad llegó hace ya tiempo al mundo de los blogs, las redes
sociales, los foros, los diarios digitales... y la realidad es que
sigue presente, manteniéndose un cierto clima de inseguridad en la
red. En el caso de muchos usuarios de Internet, la red es un espacio
seguro, pero el público en general está aún muy lejos de haber
sido concienciado sobre la naturaleza anónima de Internet y lo que
ello supone, para bien y para mal. En otras palabras, en Internet,
nadie sabe quién es quién, ni cuáles son sus propósitos e
intenciones.
Por ello, y porque si
algo me caracteriza es la franqueza y la sinceridad, les digo a todos
y todas que... ¡de aquí soy yo! De SIN NOTICIAS DE LA DIETRICH.
Porque no tengo miedo a escribir lo que pienso y siento; para ello
tengo este espacio. Porque el refugio del anonimato no es mi estilo.
Porque la vida es demasiado corta como para dejar de ser uno mismo e
intentar buscar regocijo en el daño propiciado al prójimo desde los
brazos de la cobardía. Porque la calidad humana no cabe en juicios
de terceros. Porque los jueces terceros primero deben mirarse su
propia joroba. Porque de “camello” a dromedario” distan dos
gibas. Porque si bien es cierto que el papel lo soporta todo - como
lienzo blanco en manos de un artista -, también es cierto que "aunque los cerdos se vistan de seda, en el fondo, a ojos de
cualquiera que se preste, el lodo es lo único que les rodea".
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