miércoles, 20 de febrero de 2013

SOBRE EL "BUSTO" NO HAY NADA ESCRITO.


  
    - ¿Qué quiere el pueblo?Preguntó María Antonieta.

    - Pan- Se dice que le dijeron.

    - ¿No tienen pan?... Que coman pastelesSentenció María Antonieta



Cincuenta y ocho años después, un 5 de febrero de 1847, nacía Juan Bethencourt Alfonso, en San Miguel de Abona. Sesenta y seis años más tarde, en agosto de 1913, fallecía en Santa Cruz de Tenerife. Actualmente, y muy a pesar de las infundadas supersticiones que alberga el número 13 donde quiera que lo espeten, se conmemora el primer centenario del fallecimiento de aquel ilustre historiador y médico canario que, para orgullo de todos los sanmigueleros y sanmigueleras, con su Historia del Pueblo Guanche nos situó en el mapa de los estudios sobre la Etnografía de Canarias y su posterior desarrollo.  
 
Tras de sí, no sólo nos dejó un legado fundamental para conocer la cultura canaria de su tiempo, sino una ventana abierta al pensamiento de un intelectual y político favorable a las libertades civiles, los derechos individuales y bastante crítico con el sistema caciquil imperante en la Canarias de aquel entonces. Cæteris paribus, Nihil novum sub sole, o en otras palabras, aquí “todo permanece igual”.
 
SAN MIGUEL DE ABONA
Dice la historia oral - aquella de la que nuestro historiador fue uno de los principales valedores y por la que destacó frente al resto de profesionales del gremio - que el Dr. Juan Bethencourt Alfonso, por algún motivo - y en algún momento -, se sintió ofendido y no quiso saber nada de su pueblo natal. Nada se puede concretar respecto a ese “inusual” sentimiento de realidades encontradas que percibieron en su figura vecinos y coetáneos, pero si la realidad de aquellos años – y salvando las distancias - se trasladara al momento actual que vivimos en San Miguel, no es de extrañar que un político liberal de las características del Dr. Bethencourt pusiera el “santo en el cielo”. Máxime, cuando sobre su figura discierne el debate que se plantea en estas líneas.

«Los quejidos de la coruja, la tristeza del alcairón y un murciélago en las casas, barruntan desgracias». El centenario del fallecimiento de Juan Bethencourt Alfonso llega a San Miguel de Abona en época de embargo. De vacas flacas, de crisis. Y mientras cientos de familias se las ingenian para “sobrevivir” al “Chineche” (infierno) de no tener trabajo y apañárselas a “trompicones” con el día a día (y los recortes a recortes), a las cabecitas “mal - pensantes” del Ayuntamiento “sanchinechero” no se les ocurre otra cosa más que gastarse 5.362,73 euros en un busto en bronce de la figura de aquel que – en vida – se dice que renegó del caciquismo como sistema, y de su lejanía para–con la realidad social del momento que le tocó vivir.

Irónico. Como irónico es que desde el Consistorio de los “primos” – y estando un servidor totalmente de acuerdo con la necesidad de reconocer y resaltar la figura de tal ilustre sanmiguelero – no se les haya ocurrido otra forma de conmemorar y celebrar los 100 años de su ausencia, más que con este incoherente y caprichoso despilfarro de dinero. Pueden llamarlo demagogia, o simplemente realidad, pero en este caso, ni el fin justifica el gasto, ni posiblemente el gasto se adecue con el sentir popular.
 
¡Sálvenme de mis palabras sus propios descendientes!... Pero no peco al decir que, si bien sobre “bustos” no hay nada escrito, si que lo hay sobre la incongruencia de vivir acorde a unos principios y ser homenajeado en función de lo contrario que se predica o siente. Con la que está cayendo, ni es justo, ni creo que alguien como Juan Bethencourt Alfonso permitiese que “su busto” fuese “el vacío” en muchas mesas sanmigueleras. Existen mil y una maneras de rendir homenaje a personas que lo merecen. Pero ahora, precisamente ahora, un Ayuntamiento no se puede permitir el lujo de comer pasteles, mientras el pueblo no alcanza ni a soñar con el pan.

En la televisión retransmiten los Premios Goya. ¡La cosa va de “bustos”! Una película muda en blanco y negro se alza con el mayor número de “cabezones” ¡Que nadie deje que el silencio se vuelva “moda”! ¡Silencio, se rueda! ¡Acción! Y el silencio nunca dijo nada… permaneció, impertérrito al otro lado de la cámara, como un busto que acecha a las palomas… Inquieto, desconfiado, intranquilo.

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