“Las islas Canarias después de su
conquista por los castellanos, y su repoblamiento, se convirtió en
un crisol de indígenas de orígenes bereber, además de oleadas de
personas procedentes de diferentes lugares: España, Portugal,
Normandía, Génova y Flandes (…) así como de aquellos que se
trajeron obligados e ignominiosamente fueron convertidos en esclavos:
africanos y berberiscos.”*
La cosa no ha cambiado mucho desde que
comenzó la conquista de las Islas. A partir del siglo XV, y salvando
las excepciones de unas diluidas líneas de consanguinidad
descendiente de la raza autóctona guanche – llamémoslas “líneas
Rosaura” – nuestra identidad ha estado – orgullosamente –
determinada por un término que en sí mismo nos define y distingue
como pueblo: LA DIVERSIDAD.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEidpzTdndvf4xI-3mO6nGxIZZbQt_S837E0i0hXEhWePW8XfD7QeGUzEQDb_BcUmXOjFZwq6wmTa3xppk80H62fnu0gId98peWAYXvNsZDHgKem53l7Sp3YTTIFPGpKjuQS8S_Pjz2jcMyh/s1600/zeusxenios.jpg)
Resulta curioso, no obstante, que en
pleno siglo XXI, esa filoxenia* griega, que bien podría sernos
propia por nuestra evolución como pueblo de pueblos, se haya tornado
en una xenofobia agazapada que aflora cuando creemos que “lo
nuestro” peligra por miedo a “lo foráneo”. Desde fuera, y sin
más arraigo que el que genera la convicción de que una convivencia
pacífica e integradora siempre es posible cuando el RESPETO se
convierte en eje central de la misma, llegaron a Tenerife los Évora,
los González, los Tacoronte, los De León, e incluso, desde La
Gomera, los Chinea, por poner algunos ejemplos.
Sorprendido me quedé cuando, en
Comisiones Informativas (ese paso previo para la preparación de los
plenos del Ayuntamiento), parte de los descendientes de ese mismo
crisol multicultural que nos precede (Coalición Canaria y el Centro
Canario Nacionalista), abanderándose como valedores de la “identidad
canaria”, pusieron el grito en el cielo, y aferrados a la mofa y la
ineptitud, decidieron mostrar su disconformidad con el nombre que
desde el nuevo Colegio de Educación Infantil y Primaria de dicho
núcleo poblacional se ha propuesto para denominar al Centro: Llano
de las Naciones. Y les digo por qué...
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiKs7mlIYhCPEzT9UPF6Cy66cXf67cE6I_TlgIYvdr29tf1z5KeKqOggRCE6F1p2ho7uRfqTgg-oiYnDg6UtaH6pNIySB1Urn7eJ8LsOWKCq0VzwEmn1iWS_n-PWuM5vuS7ipjADGE6elqe/s1600/participaci%C3%B3n+ciudadana.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_FuPWz5TCoEQziUTTAVjna6M-ZkqV8H4zgodnG4T1FEO1TfP5ucQmoUT1H1wxJasGTFDZEQFKcCYs_4vGtDrwQfr45DW56VRkOTu8A45XC1Bp8vdXdtoN4Sva5pRUs8TrXLCNiZkm6Mn-/s1600/integracion.jpg)
Y el tercer y último razonamiento,
tiene como pilar el reconocimiento y la aceptación de la DIVERSIDAD
en sí misma. Nuestro municipio, San Miguel de Abona, con cerca de
19.000 habitantes, es hoy, más que nunca – pero ya desde el siglo
XV – un punto de encuentro y hogar de gentes de nacionalidades y
procedencias diversas. Un “llano de las naciones” del que todos y
todas formamos parte y al que debemos dar cohesión a través de la
erradicación de conflictos y el fomento de la cooperación en
conjunto.
Yo si creo en un San Miguel filoxénico, hospitalario. Un San Miguel abierto al progreso y
la integración, donde el empadronamiento de extranjeros no busque
única y exclusivamente el voto para luego darles una bofetada con la
pelota de gofio. Un municipio democrático en el que la mejor norma
social sea tratar a todo el mundo de igual manera que quisiéramos
que nos trataran a nosotros. Yo si creo que otro San Miguel es
posible...
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* EGEA, Eugenio, "Apellidos
genoveses en Canarias: unas notas",
en Genealogías Canarias. (11/08/2012)
* Etimología: del latín tardío
philoxenia, y este del griego antiguo ϕιλοξενία
(philoksenía), "hospitalidad", a su vez de ϕιλόξενος
(philóksenos), de ϕιλο-, forma combinatoria de ϕίλος
(fphílos), "amigo", y ξένος (ksénos), "forastero,
huésped". Definición: Amabilidad y benevolencia para con los
visitantes.
Ojalá las personas involucradas en la política de este país tuvieran esa actitud, y esas ganas de cambiar las cosas. Como en San Miguel, muchos otros municipios y en general las comunidades autónomas necesitan esa educación en respeto, tolerancia y diálogo. Hay mucha sed de valores que se ha perdido entre debates absurdos y dedos que señalan los errores del otro sin mirar los propios.
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