Las Elecciones Autonómicas de Galicia
y el País Vasco, al igual que las pasadas elecciones de Andalucía,
no han dado tregua. Ni los "impopulares" recortes realizados, ni los presupuestos
“populares”, ni la descarada ausencia de un programa anticrisis
previamente planificado, han logrado hacer mella en el electorado de
estas Comunidades. Si bien es cierto, que en el caso de Galicia, la
situación se puede resumir, en una continuidad “acomodada” del
voto al Partido Popular por la existencia de una antipatía
“reavivada” - y atusada por la actual situación de crisis y el
afán de los Populares de asociarla al Partido Socialista - para-con el PSOE, en el caso del País Vasco, los resultados han
puesto en evidencia, una tónica que, previsiblemente, y con
precedente en las del 2011, se traducirá en un resurgir de los
partidos independentistas, así como de aquellos otros minoritarios
de izquierdas y derechas que coexisten en toda España.
EL LEITMOTIV. El PSOE sigue cargando en sus espaldas
las peores consecuencias de la crisis. Mientras, el PP se está encargado, como
bien ha hecho Feijóo en todas sus comparecencias públicas y
debates, de “clavar el ancla de la crisis” así como sus
pertinentes secuelas sociales con la gestión del Partido Socialista,
para que éste, si no se hunde, al menos no avance.
Respecto a la “comunicación
política” llevada a cabo por cada uno de los candidatos que han
incurrido en las elecciones, la conclusión cristalina:
todas las estrategias puestas en marcha han estado condicionadas por
el contexto nacional imperante. Un contexto que está fuertemente determinado por la artillería propagandística del
Partido Popular, y en el que ha pesado más la cercanía de la crisis
y su asociación al PSOE, que todas y cada una de las descabelladas
medidas y recortes realizados por el actual Gobierno del PP.
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Vázquez Feijóo |
Una palabra es la que podría llegar a
definir las estrategias comunicativas y políticas de los candidatos
del PSOE y el PP en Galicia, especialmente en forma (no así en
contenido y esencia): la equivalencia. El clasicismo y la sobriedad
de ambos candidatos a la hora de expresarse y comparecer ha sido
prácticamente similar. La única diferencia, y posiblemente, el “as”
en la manga de Feijóo ha sido la seguridad que le otorgaba su cargo
y la defensa de una gestión que, mejor o peor, frente a las promesas
de Vázquez, ha tenido mayor calado en el electorado gallego. Un
electorado que, todo sea dicho, siempre ha sido fiel a su voto
conservador.
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Nixon Kennedy |
A nivel de imagen y presencia, y
especialmente en el debate retransmitido por la Televisión
Autonómica Gallega, a Vázquez le ha pasado lo que ha Nixon frente a
Kennedy hace 50 años. Mientras Feijóo supo adaptarse al lenguaje
audiovisual y “coquetear” con las cámaras adoptando una actitud
decidida y ganadora – de Presidente –, Vázquez sufrió los
constantes ataques del primero, sin tregua alguna para presentar su
candidatura como alternativa válida frente a la Popular. La
dialéctica de Feijóo, basada, fundamentalmente, en el argumento de
las “malas herencias” del PSOE a nivel nacional, dejó a Vázquez
encorsetado en un afán por “salvar” la manida “propaganda
negra” que el PP quiere asociar al Partido Socialista a nivel
Estatal.
Lo que ha sucedido en el caso de las
Elecciones Vascas, y concretamente a Patxi López,
no responde a la ineficacia una estrategia comunicativa y política
determinada. Si bien es cierto que el candidato socialista ha
mantenido su talante y sobriedad en todo momento, el contexto
independentista, la incursión de Bildu en los pasados comicios, y la
compaña de desprestigio para – con el Partido Socialista en todos
los niveles, ha venido a reafirmar una tendencia que, como se ha
dicho anteriormente, no hará más que potenciar el resurgir de
partidos minoritarios y nacionalistas en el País Vasco, pero también
en toda España.
Está claro que el PSOE se enfrenta a uno
de los peores momentos de su historia. Sin
embargo, no podemos dejar de lado el optimismo que nos caracteriza y
la constancia y voluntad que nos es propia. Superar este
“bache” se traducirá, inequívocamente, en una prueba de
supervivencia del Partido. En un síntoma de la necesidad de
“regeneración”; de adaptarnos a las circunstancias para
combatirlas y reanudar la marcha con paso firme. El ancla, por mucho
que se revista de “crisis”, no deja de ser un ancla, y tenemos
que encontrar la forma de dejarlo donde se clavó para continuar
avanzando. Quizá sean ocho años, quién sabe si doce. Ahora toca
hacer autocrítica, sin dejar de denunciar las aberrantes decisiones
y medidas del Partido Popular.