lunes, 20 de agosto de 2012

El Outlet del Amor.

El amor en tiempos del cólera nada tiene que envidiarle al que se está dando en los tiempos que corren. El capitalismo, salvaje y voraz, se ha convertido en un sedante infalible para las relaciones amistoso - amorosas, hasta el punto de opacarlas y convertirlas en un mero trámite superficial y mercantil. Lo que ya está pillado… ¡mala suerte! Se lo lleva alguien con suerte… lo que queda a la vista… ¡mucha suerte! porque quizá venga con taras.

Con cada desacierto, se abre la veda. El outlet no tiene fondo. Parece proveerse de nuevo material a medida que avanza la noche, los días, la vida. Las carnes en el mostrador y… ¡sírvase usted mismo! Llévese un buen chuletón y/o una buena pieza de salmón, que si no le gusta, puede devolverlas (siempre dentro de una bolsa plástica vacía de rencores, resentimientos, iras…).

No hay compromiso. No hay responsabilidad. No hay implicación. No hay reciprocidad. O al menos, así queda de manifiesto. Porque cuando comenzamos – alegremente – a ver la luz al final de un túnel muy largo, ese “capitalismo feroz” que enajena los sentimientos reaparece, y nos impide percibirlos con nitidez. Y ante la duda… otro desacierto. Hoy Miss Mundo es China. Tony Scott muere de cáncer cerebral. Rihanna sigue estando enamorada de Chris Brown… Refugiarnos en vida ajenas - mejores o peores que las nuestras - es ponerle la guinda a esa sesión de compras en outlet, de la que sales sin comprar nada, o sabiendo que lo comprado, al final, terminarás dejándolo de lado.

Medias naranjas, medias azules, medias tintas en cada desencuentro. Y la vida continúa, fugaz, decadente… Crisis existenciales, crisis económicas, crisis, crisis, ¡crisis! La felicidad ajena se convierte en tu felicidad. Un guiño entre dos enamorados; un atisbo esperanza, un clavo ardiendo al que agarrarnos en los tiempos del amor efímero. En nuestro interior, siempre queda ese consuelo. Si los demás lo tienen… no puede ser difícil encontrarlo. ¿Dónde se están cortando las naranjas? ¿Dónde está el final feliz de los cuentos de hadas? ¡¿Qué mierda de historias nos contaba Disney?! Princesas y príncipes, sapos encantados y bellas durmientes… Felicidad a raudales. Pero al levantar la cabeza te das de bruces contra él. Siempre permanente, siempre constante… el outlet de siempre.

La edad, el físico, el coeficiente intelectual, la afinidad, la familia, los suegros, sus ex parejas, su currículum vitae, su solvencia económica, su actividad sexual, su limpieza, sus manos, sus ojos, su físico… ¿he dicho su físico? Su amor que para mi es cariño. Mi amor que para el resto es hielo… o fuego… ¿Quién sabe? El outlet sigue abierto. Hay de todo, y al mismo tiempo, da la sensación que no hay nada. La búsqueda es perenne, incesante y…  ¿para qué? Toda la vida buscando una persona perfecta, y ¡zas! Al final te das cuenta que para otras personas, tú eres parte de ese outlet al que tanto acudes.

Lo que queremos, cuando lo tenemos, no lo apreciamos y lo dejamos escapar. Lo que no queremos, cuando llega, lo usamos por usar. Y acertó Pablo Cohelo cuando dijo que “no existe amor en paz. Siempre viene acompañado de agonías, éxtasis, alegrías intensas y tristezas profundas”. Cuando asumamos que “el amor” conlleva todos estas “taras”, posiblemente entonces, dejaremos de acudir a ese outlet y comencemos a remendarnos a nosotros/as mismos/as.

lunes, 13 de agosto de 2012

La SOLEDAD de MARILYN

Han pasado más de tres semanas, y todavía sigo sin tener noticias de tí, querida Marlene. En Canarias, arde el monte por varios frentes, especialmente en La Gomera,  donde la catástrofe está adquiriendo dimensiones verdaderamente estremecedoras. No ha sido un buen año para esta tierra; ni en lo económico, ni en lo político, ni en lo medioambiental. Pero la vida sigue y, ante la adversidad, el mejor antídoto es mirar hacia delante. 

Precisamente, de esta visión optimista era de la que supuestamente carecía la mujer más sensual del celuloide, Marilyn Monroe. Hace apenas unos pocos días se cumplió el 50 aniversario de su muerte, y claro, ha sido inevitable - por no decir verdaderamente satisfactorio - hacer un recorrido por su efímera vida y carrera cinematográfica. Reportajes especiales, documentales, ciclos de cine... todo ha parecido poco para recordar a esta diva de divas - espero que no te pongas celosa, Marlene, al fin y al cabo, más de una vez fuisteis cómplices - pero sin lugar a dudas, y posiblemente gracias al interés que siempre me ha despertado su opaca personalidad, me quedo con la película Mi semana con Marilyn (2011). 


Un film donde, lejos de reincidir en la "cansina" exacerbación de sus cualidades seductoras, se desvela una Marilyn inteligente pero insegura. Una Marilyn que, siendo epicentro de todo, tenía miedo a la soledad, pánico a lo superficial, rechazo a sí misma y a las circunstancias que la rodeaban. Una Marilyn que vivía una vida que no era la suya, o al menos la que realmente quería vivir.




Marilyn no sólo era consciente de que era objeto de deseo y posiblemente un ser único e irrepetible, sino que jugaba con estas herramientas a su antojo. Y precisamente por ello, y  por todo lo que conlleva el mundo en el que discurría su vida, siempre temió la superficialidad, su propia superficialidad. De hecho, de esta última derivaba la soledad en la que se hallaba sumida, y de esta soledad, todas sus inseguridades. De cara a la galería Marilyn vivía como diva. En lo más profundo de su ser, sin embargo, se desconocía a sí misma; convivía con sus monstruos y temores.
 
En Mi semana con Marilyn (2011), que se centra en el rodaje - en Londres - de El Príncipe y la Corista, queda de manifiesto que la actriz - durante toda su vida-, siempre fue actriz.  Nunca vivió ajena al hecho de saber que su vida era un absurdo teatro; una tragicomedia con el desenlace que le correspondía. Su semblante maquillado y perfecto, siempre quedaría eclipsado por su necesidad de ser reconocida como algo más que una rubia con faldas y a lo loco. Era humana, y aunque todo induce a creer que el único que la pudo llegar a conocer fue Arthur Miller, la realidad es que nadie pudo llegar a entender el vacío que la asfixiaba. 

Era un objeto. Y detestó serlo. Estaba sola y, aunque no siempre lo manifestó, algunas de sus frases son el mejor reflejo de su obstinación: “Vivir sola es como estar en una fiesta donde nadie te hace caso”. “Estoy intentando encontrarme a mí como persona, a veces eso no es fácil de hacer. Millones de personas viven toda su vida sin encontrarse”. "Sabía que le pertenecía al público y al mundo, y no porque tuviera talento, ni porque fuera guapa, sino porque nunca le había pertenecido a nadie ni a nada" Era inteligente, demasiado inteligente. Y esa fue su sentencia de muerte: fue incapaz de reconocerse a sí misma cuando todo el mundo la reconocía.

En la actualidad, y salvando las distancias, todos y todas tenemos un poco de la Monroe. En un mundo superficial en el que "los perros no muerden, sólo los seres humanos", nos obcecamos en evitar la soledad, la "terrible soledad".

Quizá Marilyn no tuvo las fuerzas suficientes para dejar que "la vida siguiera", pero intentó algo que, en nuestro días - como en los de ella - no debemos olvidar a la hora de plantarle cara a las adversidades: la necesidad de encontrarnos a nosotros/as mismos/as. No es una tarea fácil, pero tampoco es imposible o utópica. Lo importante, en cualquier caso, es "no dejar que la espera desgaste nuestros sueños"

martes, 7 de agosto de 2012

La Indiferencia de un cuento.

Hace no mucho tiempo, saqué de un trastero un libro de cuentos al que le tenía mucho cariño.  Comencé a releerlo y... ¡sorpresa! Descubrí que algunos de aquellos cuentos guardaban paralelismos con realidades que, a día de hoy, siguen manteniendo vigencia en nuestra sociedad. Mi preferido siempre fue el siguiente:

Había una vez un pueblo que, ni muy lejano, ni muy grande, estaba habitado por unos seres amables y bondadosos, pero anulados en derechos y libertades. Se encontraban bajo el yugo de un rey déspota y maquiavélico, que no contaba con ellos a la hora de tomar decisiones. Un rey dedicado a disponer que, rodeado de muchos, y aislado en esencia, se maquillaba, día a día, para mostrar su mejor cara al salir de palacio y dejar el vetusto trono que ocupaban sus posaderas.


Durante mucho tiempo, aquella situación se prolongó sin que nadie dijera nada. Pero un año, cuando la cosecha y los recursos escasearon sin precedente alguno,  el rey  y su corte decidieron seguir viviendo a costa del esfuerzo ajeno, y comenzaron a tocar en todas y cada una de las puertas de la comunidad para pedirles que "arrimaran" el hombro en aras de remontar aquella terrible situación. Lo hicieron... sin remedio alguno.

Enajenados por el "oscuro" devenir que se vislumbraba, le concedieron a su rey una serie de licencias que él jamás pensó ostentar, sin saber que, contrariamente a lo que pensaban, aquel esfuerzo no se revertiría en un beneficio posterior. 

A partir de aquel momento la situación se volvió insostenible. Mientras en palacio comían pasteles... en la calle, las ratas se adueñaban de los basureros. Aquellos seres amables y bondadosos se tornaron en ariscos y desconfiados. Les habían demantelado sus derechos, sus anhelos, sus ilusiones, sus ganas de ser felices, y llegado un determinado momento, hasta sus tradiciones.

Desde los balcones palaciegos, las miradas de desdén se clavaban como puñales de sal.  Algo que no hacía más que potenciar la desconfianza y el odio que había germinado entre aquellos seres amables y bondadosos acostumbrados a otorgar. Y así fue. Sin esperarlo, el pueblo se vio sumido bajo una intensa niebla fruto de lo que aquel rey había sembrado durante años. Ajenos a la misma... la  niebla consiguió salvar los muros que separaban el lujo real del resto de la vecindad. Poco a poco, fue penetrando en cada una de las estancias. Su presencia era práticamente imperceptible. Era sutil... pero tras su paso quedaba una calma inquietante que no dejaba a nadie indiferente.

No hubo que esperar mucho para que todo el Palacio estuviera infectado. El rey, poco amable en trato y conducta, se volvió más egoísta y desconfiado. El príncipe, receloso y ansioso de poder, comenzó una campaña interna contra el primero. Y la familia, unida por conveniencia, comenzó a resquebrajarse lentamente. Las infantas, los infantes, los nobles asesores, los súbditos y bufones... comenzaron a delirar y enloquecieron.

Un día, absortos en el mayor de los envilecimientos, olvidaron que, debajo de los muros, el pueblo ya había enfermado mucho antes que ellos.  Embrutecidos por el poder, y tras empolvarse bien las mejillas y pintar con fuerza una falsa sonrisa en sus caras, decidieron bajar a recaudar los tributos que pensaban que les eran propios. Tras la niebla les esperaban aquellos seres, que ya no eran ni tan amables ni tan bondadosos. Tras la niebla, les esperaba el mayor de sus temores; la indiferencia.

No me pregunten el nombre del cuento. No me pregunten el nombre del pueblo... pero siempre, siempre, recuerden que "el poder de la indiferencia es equiparable al de cualquier rey que se preste".

jueves, 2 de agosto de 2012

De Olympe a Londres…


Si Olympe de Gouges levantara la cabeza, con toda seguridad, estaría satisfecha por un hito sin precedentes que no está pasando desapercibido en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Defendía de Gouges “la igualdad entre el hombre y la mujer en todos los aspectos de la vida pública y privada, incluyendo la igualdad con el hombre en el derecho a voto, en el acceso al trabajo público, a hablar en público de temas políticos, a acceder a la vida política, a poseer y controlar propiedades, a formar parte del ejército; incluso a la igualdad fiscal así como el derecho a la educación y a la igualdad de poder en el ámbito familiar y eclesiástico”. En Londres 2012, la idea matriz de estos postulados ha cobrado toda su significación, especialmente por un motivo: la presencia de mujeres en todas las delegaciones, incluidos los países árabes.

De los 10.540 deportistas que estarán en Londres, 4.850 serán mujeres, un 46% que significa un 4% más que en Pekín. De entre todas estas mujeres, son las representantes de Arabia Saudí, Brunei, Catar y los Emiratos Árabes Unidos, las que, inequívocamente, se han convertido en la diana de todas las miradas y comentarios, especialmente durante la Gala de apertura, donde tuvieron – amén del despliegue de farándula y famosos – un papel protagónico indiscutible. ¿Por qué?


Arabia Saudí es un país donde las niñas no tienen derecho a recibir clases de educación física en las escuelas ni a practicar deporte en general. El hecho de que finalmente haya enviado a dos deportistas - la yudoca Wodjan Ali Seraj y la atleta Sarah Attar, es, sin duda, un avance histórico. También ha aceptado Brunei, quien cubrirá el expediente con la atleta Maziah Mahusin. El caso de Catar y Los Emiratos Árabes Unidos es diferente. Ambos países ya habían comenzado a apoyar el deporte femenino con anterioridad. Su apuesta por mantener este apoyo, se ha vuelto patente en los Juegos del 2012: Catar ha enviado a cuatro mujeres de sus 12 olímpicos: la nadadora Nada Arkaji, Noor Al-Malki, de atletismo, Aya Magdy, de tenis de mesa y la tiradora Bahiya Al-Hamad, quien además será la abanderada. Los Emiratos Árabes Unidos a dos mujeres, de sus 24 olímpicos: a Khadija Mohammad, en Halterofilia, y a la atleta Betlhem Desalegn.

Si bien es cierto que estos cuatro países han cumplido, en la medida de lo posible, con el fomento de la Igualdad de Género, también es cierto que el Comité Olímpico Internacional (COI) ha tenido mucho que ver, ya que además de enviar invitaciones -la mayoría de las chicas de estos países no han obtenido la mínima olímpica-, ha ejercido una fuerte presión para que los países que se resistían a enviar representantes femeninas finalmente hayan aceptado.

La participación femenina en los Juegos Olímpicos de la Era Moderna no siempre ha sido un “camino de rosas”. Desde sus inicios, el visionario Pierre de Coubertin (1863-1937), fundador de los Juegos Olímpicos en la era Moderna, lo tuvo todo bajo control en el entorno olímpico menos el auge del papel de la mujer. El creador de la frase: "Lo importante es participar", siempre se mostró en contra de la participación de las mujeres en los Juegos. Según Coubertin, la participación de la mujer “no era práctica, era poco interesante, nada estética e incorrecto". Estos preceptos le llevaron a quedarse en minoría en el seno del COI, del que tuvo que dimitir en 1925. A partir de entonces, el papel de la mujer comenzó a  tomar  una progresión geométrica.


Primeras veces...

En los Juegos Olímpicos de 1900 (París), por primera vez en la historia del movimiento olímpico moderno, once mujeres participaron en los Juegos. La inglesa Charlotte Cooper gana el torneo de tenis, la primera medalla olímpica ganada por una mujer. En 1912, en los Juegos de Estocolmo, se introducen por primera vez eventos de natación para mujeres, pero el equipo de Estados Unidos no permite que sus atletas compitan. A las estadounidenses se les exige que vistan faldas largas durante todos los eventos. Nuevamente en París, en 1924, la nadadora estadounidense Sybil Bauer ganó el oro en los 100 metros espalda. Dos años antes, Bauer se había convertido en la primera mujer en romper un récord mundial de hombres.

En los Juegos de Berlín de 1936, Louis Stokes y Tidye Pickett se convirtieron en las primeras afroamericanas en representar a Estados Unidos. En Londres 1948, Alice Marie Coachman fue la primera afroamericana en una medalla de oro olímpica, compitiendo en atletismo para Estados Unidos. Habría que esperar a los Juegos de Helsinki 1952 para que las disciplinas ecuestres comenzaran a aceptar equipos mixtos de hombres y mujeres. En Munich 1972, a la edad de 69 años, Lorna Johnstone se convirtió en la atleta de mayor edad en participar en los Juegos Olímpicos.  Fue en Los Ángeles, en el año 1984 donde, la atleta marroquí Nawal El Moutawakel se convirtió en la primera mujer musulmana nacida en África campeona olímpica en los 400 metros vallas. Seúl 1988 vio como Kristin Otto, de Alemania Oriental, fue la primera mujer en ganar seis medallas de oro y conseguir cuatro récords mundiales.

Casi un siglo después del inicio de las Olimpiadas modernas, 35 de los 169 países representados en Barcelona 1992, no enviaron ninguna mujer a los Juegos. Naciones musulmanas en Medio Oriente continuaban particularmente reacias a incluir mujeres pese a los pedidos de los líderes del movimiento olímpico. En 1996, Atlanta vería convertirse a Lida Fariman, en la primera mujer iraní en participar en los Juegos Olímpicos de verano desde la revolución islámica de 1979. Sidney 2000 acogió el precedente de Bahréin: la nadadora Fatema Hammed Gerashi y la velocista Mariam Mohamed Hadi Al Hilli fueron las primeras representantes de este país en unos Juegos Olímpicos.  Inmersos en la Atenas de 2004, la afgana Robina Jalali, atrajo atracción internacional por competir en eventos de atletismo con velo. En Pekin 2008, los países árabes, Omán y Emiratos Árabes Unidos enviaron mujeres por primera vez tras haber presentado delegaciones enteramente masculinas en los seis Juegos Olímpicos anteriores.


En Londres 2012, e independientemente del número de medallas de oro, plata y bronce que se concedan, ya se ha batido un récord mucho más importante que cualquier metal: haber conseguido la mayor participación femenina de la historia de los Juegos Olímpicos. Tras Londres, el principal objetivo a desarrollar: superar dicho récord cada cuatro años. Porque efectivamente, “lo importante es participar”, pero haciéndolo desde la Igualdad.